Cuando un pueblo entero se une y se vuelca en hacer algo bien, sale algo tan espectacular como ha sido la carrera Puerta de Muniellos.
Moal, un pequeño pueblo de Cangas del Narcea con poco más de un centenar de personas era la sede de la carrera. Esta era mi segunda participación tras la del año pasado.
Una organización de 10, unos voluntarios geniales, una gente espectacular y una comida tras llegar a meta riquísima hacen de esta carrera algo especial. Pero para mí lo es también por otra razón. Hace un año vine aquí de cuerpo, pero con la mente puesta en la UCI del HUCA. Por reveses de la vida una persona que me iba a acompañar no había podido ir a Moal. Y como él quería que estuviese en la salida, allí me presenté. Tras más de dos semanas parado y no en las mejores condiciones conseguí terminar la carrera en 4 horas y 16 minutos.
Pero hoy fue distinto. Un año después de todo aquello hoy fuimos todos a Moal. A las 6:15 salimos de casa Susi, yo y mis padres 🙂
Llegamos al pueblo sobre las 8 y rápidamente fui a por el dorsal. Nada más llegar veo que nos han preparado un desayuno para los corredores. Yo ya lo había hecho en casa, pero cojo una galleta riquísima de la panadería Manín.
Vuelvo al coche a cambiarme y rápidamente hacia la salida. Paso el control de firmas, caliento algo y me despido de mi gente que me desean suerte.
Ya dispuestos a salir nos dicen que en el primer alto que está a 1.350 metros de altitud hay unos 20 cm de nieve, que seamos prudentes en esas zonas. Nunca había corrido por nieve en ninguna carrera.
El perfil de la carrera es el siguiente:

Tras salir, damos una vuelta y volvemos a pasar por el pueblo de Moal. Muchísimo ambiente, mucha gente animando. Además, hoy era el Campeonato de Asturias en Línea y de Clubes y eso hace que viniesen los mejores corredores de aquí.
Estos dos primeros kilómetros salgo a un ritmo tranquilo tomándolos como de calentamiento. Además salgo en el medio del grupo y apenas se puede adelantar. Ya habrá tiempo para ello.
Y poco después de salir del pueblo iniciamos la primera subida, la más larga de todas. Son más de 5 kilómetros en subida que nos llevarán al alto Peña Ventana.

Pasamos por el pueblo de Oballo, con unas rampas considerables. 
Y poco después de pasarlo vamos viendo algo de nieve a la orilla del camino. Apenas estamos a 900 metros, así que arriba tienen que haber bastante.
Son 5 kilómetros duros, en los que hay alguno en el que subimos casi 200 metros de desnivel. Con el ímpetu de la salida quizás haya salido algo más rápido de lo que debiese, así que trato de regularme durante la subida.
Pronto llegamos al primer avituallamiento que está a unos 1000 metros. La nevada ya es considerable. Yo me desvío unos metros de la carrera para entrar en él y recargar agua. Quiero estar bien hidratado para no pasarlo mal al final.
Seguimos subiendo y empieza a nevar con fuerza. Además entra algo de viento y la sensación términa baja bastante. Yo empiezo a tener algo de frío, así que me pongo el chubasquero y la capucha.
El paisaje es espectacular, aunque caminar por la nieve cansa mucho más. Arriba hay algún fotógrafo y voluntarios que animan sin cesar pese al frío.

Una vez coronado empezamos a bajar otros tantos kilómetros. Disfruto como un enano corriendo por la nieve. Es una sensación que nunca había vivido y me ha encantado. Además, las zapatillas me agarran bien y bajo seguro y bastante rápido.
La bajada es larga. Llegamos al segundo avituallamiento en el que vuelvo a llenar el bote de agua. A medida que bajamos la nieve empieza a desaparecer. Al principio bajamos por caminos con mucha piedra. Luego los caminos se hacen más anchos y más corribles. Hay unos cuántos kilómetros que los hago sobre 5 minutos.
Llego abajo con algo más de 8 minutos de adelanto con respecto al año pasado. Nada más llegar a la carretera que viene de Moal veo a mis padres y a Susi, que se acercan a verme. ¡Qué gusto verles allí!

Hay algún kilómetro más por llano, por una carretera asfaltada hasta llegar al tercer avituallamiento, el primero con comida. Como un trozo de plátano, algo de chocolate y relleno el bote con agua. De nuevo el camino se pone cuesta arriba y aprovecho para caminar a la vez que como lo que cogí en el avituallamiento.
Hay una pequeña subida hasta llegar al Tablao (a 740 metros de altitud) para luego volver por un camino paralelo al camino en el que había visto a Susi y a mis padres. En menos de 25 minutos paso por ahí. Ellos han cruzado y los vuelvo a ver ahí. ¡Pronto nos vemos en meta!
Ahora empieza la carrera. Una vez hecho la mitad de kilómetros, llegan las partes más duras. Las piernas no están frescas como al principio y aún nos queda la mitad de desnivel que superar.
La subida a Montecín se me hace dura. Camino bastante y pierdo alguna posición. Tampoco quiero forzar porque no sé como me responderán las piernas en la parte final. El año pasado a partir del kilómetro 27 tuve calambres y no quiero que me vuelva a pasar lo mismo.
Tras llegar al alto una pequeña bajada que nos llevará hasta el cuarto avituallamiento. Tras parar se inicia la subida a Peña Moncó. Subida para caminar, con mucho desnivel. Subo fuerte, me encuentro mucho mejor que antes. Incluso adelanto a unos cuantos corredores. Tras coronar las vistas son maravillosas. Sopla algo de aire, pero el día está despejado. Me quedaría un rato ahí contemplando el paisaje, pero hay que empezar a bajar. Esta zona es la única que es algo más técnica. Además, las piernas ya notan el paso de kilómetros y eso hace que sea algo más complicada.
Sin ningún sobresalto vamos descendiendo hasta que se empieza a escuchar la megafonía de meta. El año pasado no conocía la carrera y pensaba que ya quedaba poco para llegar. Así que apuré en la bajada y entonces es cuando en el kilómetro 27 nos desvían por un prao. Es poco más de un kilómetro, pero en subida que se hace eterna. El año pasado sufrí mucho en los últimos kilómetros. Así que este año bajo suave reservando todo para el último tramo.
Pierdo posiciones ya que me dejo llevar intentando guardar fuerzas. Cuando llega el desvío aprieto el acelerador. Adelanto mucha gente que se paran a estirar. Yo me encuentro bien y subo rápido. Incluso puedo correr en algún tramo. Una vez llegados arriba, en el kilómetro 29 noto que las piernas acusan el cansancio. Pero apenas quedan 3 kilómetros llanos y en bajada. Así que la carrera estaba hecha. Sólo quedaba disfrutar.
Bajo saboreando los últimos kilómetros. Mi tiempo es mucho mejor que el del año pasado. Veo que mi ritmo medio es poco superior a 7:30. Si llegase en esa media haría 4 horas. 10 minutos menos de lo previsto.
Poco más de un kilómetro para llegar. Cruzo el río y oigo a lo lejos a Rubén Nembra, el speaker de la carrera. Giro y ya la tengo a la vista. Está Susi adelantada para hacerme una foto.

Y llego a meta con un tiempo de 3 horas, 57 minutos y 32 segundos en el puesto 94 de 267 llegados a meta. Si el año pasado llegaba a meta emocionado, este año lo hago con una sensación enorme de felicidad.
Veo a mis padres y les doy un abrazo. Luego viene Susi a por mí y me da un beso y me felicita por la carrera. Con un año de retraso allí estábamos todos, disfrutando de un día especial.
En una semana corremos el Asturcón. ¡Nos vemos allí!