Desde que estoy trabajando en Cantabria, todos los años me preguntan si voy a hacer el Soplao. Aquí lo llaman «el infierno cántabro» y todo el mundo habla de esta carrera. Más de 10.000 personas apuntadas entre todas las especialidades. 48 kilómetros por el monte entre salida y meta con 3600 metros de desnivel acumulado. ¿Qué ye eso pa un asturianu?

Este era el año. Con el único objetivo de disfrutar e intentar culminar con éxito mi primer maratón, decido apuntarme. ¡Ya no hay vuelta atrás!
Día previo
 Para evitar colas y nervios innecesarios (bastante tengo con la carrera), el viernes por la tarde fui a recoger el dorsal. Además, aproveché para dejar el coche en el aparcamiento donde tengo previsto aparcar el día de la carrera.
Para evitar colas y nervios innecesarios (bastante tengo con la carrera), el viernes por la tarde fui a recoger el dorsal. Además, aproveché para dejar el coche en el aparcamiento donde tengo previsto aparcar el día de la carrera.
Camino hacia la zona de recogida de dorsales. Según me voy acercando se empieza a aglutinar la gente, hasta que veo los arcos de meta y avisto a cientos de personas. Percibo muy buen ambiente, personas saludándose, caminando de un lado para otro y disfrutando de la multitud. ¡Y eso el día previo! No me quiero imaginar lo que se vivirá mañana. Llego a la zona de recoger los dorsales, un parque amplio pero abarrotado de corredores y sus familiares. Ya son las 8 de la tarde, así que pronto para casa a descansar.
¡Y llegó el día!
Había que llegar pronto a Cabezón de la Sal. Parecía que iba a estar complicado encontrar aparcamiento con más de 10.000 personas compitiendo. Así que nos levantamos a las 5 de la mañana y antes de las 7 ya estábamos aparcados en el campo de fútbol, a 1 kilómetro del centro.
Me cambio, cojo la mochila y rumbo a la salida. El ambiente previo es alucinante. Huele a deporte.
Susi y Kira me acompañan. Una foto y ellas dan la vuelta para ver el paso por Carrejo.
 Me coloco en la calle desde la que salimos los del maratón y la combinada, perpendicular a la calle por la que saldrán las bicis. La salida estaba prevista a las 8, pero nosotros teníamos que esperar que pasasen primero todas ellas. Aprovecho esos minutos para realizar estiramientos. ¡19 minutos después salen todas! Suena AC/DC y da comienzo la carrera. ¡Mi primer maratón!
Me coloco en la calle desde la que salimos los del maratón y la combinada, perpendicular a la calle por la que saldrán las bicis. La salida estaba prevista a las 8, pero nosotros teníamos que esperar que pasasen primero todas ellas. Aprovecho esos minutos para realizar estiramientos. ¡19 minutos después salen todas! Suena AC/DC y da comienzo la carrera. ¡Mi primer maratón!
Los días previos había estudiado el perfil. 3 kilómetros llanos de asfalto antes de comenzar la subida al Alto del Escudo que me los tomo como calentamiento. El público te lleva en volandas, aplaudiendo y dando ánimos. Sabía que antes de empezar la primera rampa estarían esperándome mis chicas. A lo lejos las veo y Kira ya está ansiosa por saludarme.
Empieza la primera subida y todavía quedan 45 kilómetros por delante, así que prefiero subir despacio, sin forzar. El calor y la humedad se dejan notar. Sé que hoy más que nunca tengo que hidratarme bien si no lo quiero pasar mal al final.
Casi llegando al alto abre el día, dejando unas vistas espectaculares.
 Llego arriba en menos de 1 hora. Voy algo más rápido de lo estimado, pero me encuentro bien.
Llego arriba en menos de 1 hora. Voy algo más rápido de lo estimado, pero me encuentro bien.
La bajada a Ruente es divertidísima. Es bastante empinada y técnica. Bajo sin miedo y adelanto a muchos corredores.
Y llego a Ruente. Kilómetro 10 y primer avituallamiento en el que cargo agua y seguimos. Había oído que la gente animaba mucho por el paso del puente, pero no me imaginaba que fuese así. Parecía una llegada a meta. ¡Casi hasta me pongo a esprintar! Simplemente espectacular.
A la salida del pueblo vuelvo a ver a Susi y a Kira. Se me hará largo no encontrarlas hasta meta.

La carrera transcurre por una pista que pica levemente hacia arriba, que nos llevará hasta el alto de Ruente. La gente comienza a caminar, pero yo sigo corriendo marcando un ritmo suave y cómodo. Adelanto a bastantes y oigo a dos hablar de que lo importante es llegar con piernas al kilómetro 35, que sino la bajada final se hace eterna. Tienen razón… bajo el ritmo y empiezo a caminar ciertos tramos. Todavía queda mucho.

Empieza la bajada, aún por pista, y nos adentramos en un bosque. Para mí, el lugar más bonito de toda la carrera. Bajamos por él y llegamos al segundo avituallamiento, el de Ucieda. Ya hemos completado 18 kilómetros en 2 horas y media. “Sólo” quedan 30, pero voy muy bien de tiempo y con fuerzas.
De nuevo mucha gente y veo que por ahí están pasando las bicis. La carpa del avituallamiento es enorme. Bebo y recargo isotónica y agua. Como un plátano, un trozo de naranja y un pastelito mientras hago algún estiramiento. Veo que hay bocadillos de jamón serrano… ¿me sentará bien? ¡qué carajo… pa dentro!
Enciendo el móvil y escribo a la familia para avisarles que voy por el 18 y de momento bien. Y continúo la marcha por una parte del recorrido hasta Pandiucu que ya conocía. 7 kilómetros de subida con algún llano por el medio. De nuevo compartimos un pequeño trozo de camino con las bicis. ¡Qué duro se les debe estar haciendo también! Pasamos por un tramo con barro y continuamos hasta el avituallamiento. Poco antes hay una subida bestial, apenas de 250 metros, pero hay gente por el suelo con calambres. Es el kilómetro 25 y, me temo, que más de uno no acabará. Espero no ser yo alguno de esos.
En el tercer avituallamiento vuelvo a recargar líquido y como algo.
La carrera continúa por el monte con subidas y bajadas, un terreno bastante rompepiernas. Las fuerzas ya comienzan a escasear y noto que tengo algunas molestias en el estómago.
Paso por el kilómetro 32 en 4 horas y 38 minutos. A partir de aquí empezaba lo desconocido para mí. Nunca había sobrepasado esos kilómetros en una carrera.
Había calculado tardar unas 7 horas de carrera, así que aún me quedaban más de 2 horas. Espero que el cuerpo resista lo que aún falta.
Y lo que falta es… ¡una pared! El alto del Toral al fondo. Un kilómetro con una rampa al 20%. El calor aprieta y veo que me quedo sin agua. A duras penas conseguimos alcanzar la cima en la que hay gente con pancartas y animando a todos los que pasamos por allí. Me preocupa el agua. Quedan más de 3 kilómetros para el avituallamiento y tengo sed. Mala señal.
La noticia positiva es que ya se acabaron las subidas. Empezaban 14 kilómetros de bajada y terreno llano. Me dejo llevar los siguientes kilómetros hacia abajo. Se cierra de niebla y gente que encontramos por el camino nos dice que a poco más de un kilómetro está el avituallamiento, que tienen la parrilla a tope. ¿Parrilla en un avituallamiento? ¡¡Yo quiero agua!!
Kilómetro 37. A lo lejos se ve la carpa. Poco más de 10 para llegar a meta. Mi cabeza está fuerte. Sé que voy a terminar la carrera.
Al entrar en la zona de avituallamiento veo platos de plástico con un huevo frito y 2 salchichas. Los que iban delante mío cogían un trozo de pan y un plato. ¿Estamos locos? ¿Un huevo frito ahora? Miro la hora. Las 14:15. ¡La hora de comer! Así que cojo el plato y voy hacia la zona de líquido. Bebo un vaso hasta arriba de agua y pido que, por favor, me rellenen el bote. Mientras disfruto comiendo el huevo y las salchichas. No sé qué tal me sentará al estómago, pero una vez aquí ya todo me daba igual. Nada iba a impedir que terminase.
Como un plátano y hacia abajo. Ya no hay más avituallamientos hasta meta.

Bajo bastante bien hasta llegar a Mazcuerras. Estamos en el kilómetro 42. Son las 14:25. Ya llevo 6 horas y 5 minutos. Mientras sigo corriendo saco el móvil y llamo a Susi. Le digo que voy por el 42, que vayan a meta. Me dice que “ya está chupao” y que me esperan en Cabezón.
Entramos en Mazcuerras y de nuevo mucha gente viendo la carrera. Veo a Ana, una antigua compañera, ya jubilada. Me alegra ver una cara conocida animándome.
En una casa veo un cartel que ponía “Ya sois unos campeones”. Emociona vivir desde dentro una carrera con la gente tan volcada.
Continuamos por una senda que transcurre pegada al río Saja. Creo que son mis peores kilómetros. El dolor en las piernas se hace intenso y marco ritmos de más de 6 min/km.
Cuando iba por el kilómetro 45 giramos para entrar a Carrejo y oigo bocinas de coches. Luego me enteraría que estaba llegando el ganador de BTT.
Entro en el asfalto, por terreno conocido, ya que era el mismo que hicimos a la salida. 3 kilómetros y estaba hecho. Empieza a llover algo aunque casi se agradece. Saco fuerzas -no sé muy bien de dónde- y aumento el ritmo. Entro en el pueblo y sigo.
Último kilómetro. El ambiente es fantástico. El público anima y yo me encuentro bien. ¡Estoy disfrutando!. Giro a la derecha y veo la meta. ¡SI! Mi primer maratón de montaña estaba ahí, a unos metros. Incluso puedo apretar al final y entro a meta con fuerzas con un tiempo de 6 horas y 38 minutos llegando en el puesto 172 de 732 finalizados. Muchas emociones, muchos recuerdos. Se echa en falta a los que no han podido venir, pero que pronto me volverán a acompañar.
Busco entre el público y veo a Susi con el móvil haciendo fotos y a Kira subida a la valla mirándome. Me acerco a ellas y les doy un beso. La mejor forma de finalizar un día para el recuerdo: 21 de mayo de 2016

